martes, 24 de julio de 2007

CARNAVAL AYMARA


Los pequeños poblados altiplánicos, en la Cordillera de Los Andes, se encuentran habitados mayoritariamente por indígenas aymaras cuyas vivas tradiciones se remontan desde la época del gran imperio incaico. Una de ellas es el carnaval que representa la dimensión fundamental de la cultura cual es la fiesta. El tiempo de la fiesta es intensivo y no extensivo, es un no tiempo donde la experiencia instantánea es de una simultaneidad sobrecogedora que da a probar algo de la eternidad de los dioses. “Carnaval” en castellano, "Pukllai" en Quechua, "Anata" en Aymara, ya sea como súplica a la Pachamama y Janajpacha (madre tierra), por la cosecha recogida y la del año que comienza, por la limpieza de los canales o el floreo de sus animales ; los habitantes del altiplano extasiados en el momento, confundidos con el ritmo y el devenir puro captan por una vez la esencia pura de su existir.

La música está presente en la mayoría de las actividades comunitarias del pueblo aymara puesto que “rige la interacción social de los grupos, ordena las actividades productivas y afirma la diferenciación sexual.”. Los instrumentos musicales son elementos consagrados en lugares concebidos como sereno (agua “que suena”) para potenciarlos en su misión de ordenar el mundo a través de sus signos abstractos. De allí que el noble material con que se construyen proviene de la Pachamama: las cañas especiales traídas de Bolivia para la fabricación de las zampoñas, lichiguayos y lacas, el cuero de llamos y la madera de los valles para los tambores; y también los atuendos que los ejecutantes -exclusivamente varones- deben usar en las ceremonias establecidas, por ejemplo, las plumas de sirus (avestruz) y de parinas (flamencos andinos) para los tocados de los sicuris.

Es muy tradicional en los carnavales andinos la aparición del Carnavalón, personaje elegido por la comunidad que juguetea y hace travesuras en las calles. Llega enmascarado buscando diversión y contagiar el entusiasmo a los concurrentes. Al término de la fiesta se despide (callarpaya) con la esperanza de volver el próximo año.

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